Hay momentos en la vida que es difícil enfrentar lo que el destino sorpresivamente nos marca. Ese es el caso de José Enrique Amuz Mato, quien enfrentó durante años una enfermedad que en forma definitiva la quitó la visión. Esto no fue impedimento para que este mercedario terminara su profesorado de matemáticas enfrentando allí la burocracia de un sistema que habla de inclusión pero que al momento de ponerla en práctica, está muy lejos de la realidad.

Es el primer docente de matemática ciego del país; da clases en su casa y espera que el sistema educativo lo incluya para poder trasmitir todos sus conocimientos a los alumnos.

José nos recibió en su casa y fue allí donde conocimos una historia de lucha sin renunciamientos que debe ser ejemplo para muchos que por hechos menores bajamos los brazos y nos quedamos en un rincón.

Su enfermedad se detecta en el año 93 cuando José era Capitán del Ejército con un futuro muy prometedor. Recordó que en mayo de ese año comenzó a ver en forma borrosa en uno de sus ojos y los médicos pensaron que podría haberle entrado a la vista algún residuo de cuando él trabajaba en su carpintería, otras de sus aficiones en ese tiempo.

Como el problema no pasaba, fue derivado a la clínica oftalmológica y cuando le controlaron esa vista, allí se dieron cuenta que había perdido prácticamente toda la visión.

“Se me diagnosticó Uveitis, una enfermedad que en pocos meses me destrozó la vista, y que no se sabía como aparecía en el organismo. Me enviaron al Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos donde me hicieron decenas de exámenes, por allí es un centro de investigación. Me recetaron prednisona en una dosis que aquí aún no se utilizaba y a los pocos días tuve una reacción muy positiva, pero los médicos me habían advertido que ese medicamento me podía traer efectos colaterales como desprendimiento de retinas.

Lo anunciado ocurrió, me operaron, volví a Estados Unidos y desde el Ejército resolvieron enviarme a ese país  como agregado con la posibilidad de que me hicieran algún tratamiento. Pase por tratamientos, operaciones y seguía sin ver. Fue en ese momento donde los médicos me dijeron que “su ojo está loco, no sabemos que hacer” y allí fue cuanto tomé conciencia de lo que me estaba pasando, me derivaron a un psicólogo y una de las cosas que le entendí fue que “era una persona que había perdido el control de su vida”.

En ese momento entendí que yo era quien debía encontrar la salida, hice una lista, comencé a tener una vida ordenada y comencé a recuperar la visión y los médicos me daban infinidad de medicamentos.

Cuando retorné a Uruguay en uno de los ojos ya no veía y del otro tenía una visión tubular, con un pronóstico muy poco alentador. Al principio y dependiendo de las condiciones de luz salía en bicicleta o a trotar por la rambla. 

Me daban solo dos años con esa visión, pero al parecer mi organismo se negó y le gané por unos 15 años donde seguía perdiendo la visión paulatinamente. Cambiaba lentes, lupas, aparatos aferrándome a lo poco que veía, pero no me aprontaba para lo que se venía después.

En el año 2009 cuando perdí totalmente la visión el golpe fue grande, porque yo estaba aferrado a lo poco que veía.”

Profesorado de Matemática

“Cuando retorné de EEUU, el Ejército me pasó a retiro y con mi familia nos establecimos en Mercedes. Fue en ese momento en que resolví comenzar a estudiar porque quería sentirme útil no sólo por mí, sino también por mi familia, porque todo esto que viví afectó también a todo el entorno familiar y a los amigos.

Hubo un momento que me aislé de tal manera que no me comunicaba ni con mi familia. Volví a un psicólogo que logró sacarme adelante.

Fueron casi 20 años de lucha con la enfermedad hasta que quedé ciego, tenía 38 años cuando aparecieron los primeros síntomas y sin duda que el estudio fue un punto de apoyo muy importante.

La docencia fue algo que me gustó, y la matemática más aún, por lo que comencé a cursar en el Instituto de Formación Docente de Mercedes. Al principio veía algo, pero los últimos años estaba totalmente ciego.

Recuerdo que primer año me llevó como 10 años y allí veía algo pero me ayudaba de miles de formas, llevando marcadores, hojas especiales  y tuve miedo de dar el primer examen hasta que lo logré. Los otros exámenes fueron orales, después aprendí a escribir en braille pero los docentes no conocían el sistema.

En ese tiempo se comenzó a hablar de la inclusión y allí me propuse con mi caso desafiar al sistema y por ello el resto de la carrera fue pelearme con todo el mundo.

Fui encontrando docentes que se adaptaron, que me han dicho lo importante que ha sido mi pasaje por el Instituto porque ellos también han aprendido.

Yo nunca quise quedar fuera del sistema y ahora que me recibí estoy peleando nuevamente para no quedar fuera, porque no saben como sigue de ahora en adelante. Estoy en lista para elegir horas, pero no puedo hacerlo hasta tanto me designen un adjunto. El año pasado tuve clases y un profesor adscripto  porque hay cosas que no puedo manejar.

Para mi fue una satisfacción lograr el título, soy el primer profesor ciego egresado del IPA y ahora sin duda que el desafío será ejercer mi carrera porque yo no estudié para guardar el título en mi casa.

Creo que el sistema gastó mucho dinero conmigo, la sociedad y yo de alguna manera tengo que retribuirlo, quiero que este proceso que viví sirva para otros.

Es una forma de mostrar todas las herramientas que se pueden ir creando y mejorando la situación no sólo para una persona ciega, sino para otras personas. Creo que es una buena manera de ver desde otro ángulo la situación de la educación, del estudiante, del profesorado.

Toda mi carrera la hice pasando notas, porque el sistema es muy inclusivo pero si no te presentas quedas fuera. Me dijeron en más de una oportunidad que yo debía empezar los trámites y si no sos perspicaz las cosas no se resuelven. Hice toda la carrera con el apoyo de mucha gente, haciendo decenas de llamadas, moviéndome de un lado al otro, adelantándome en muchos casos a lo que me iban a responder. Yo me pongo en el lugar de otros que están en mi misma situación y me pregunto quien les hace el papeleo y los guía.

Durante toda mi carrera nunca pedí que me regalaran nada, yo obtuve mi profesorado por mis conocimientos, pero tuve que hacer decenas de gestiones para ir sorteando los distintos pasos y creo que eso no debe ser así, si hablamos de una real inclusión.

Una de las motivaciones cuando comencé la carrera, fue que sirviera lo que yo estaba haciendo para alentar a otros. Creo que problemas tenemos todos y si mi actitud sirve para alentar a otros, eso ya es positivo.